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domingo, 22 de noviembre de 2009

JOVENES NECESITADOS DE CARIÑO

Los jóvenes dejan sus casas por falta de cariño en la familia y terminan encontrando “solidaridad en la calle”, pero se trata de una solidaridad que depende de la violencia y que luego se convierte en delincuencia.

Con apenas un año de estar al frente de la Dirección de Asuntos Juveniles de la Policía Nacional, la comisionada mayor Erlinda Castillo dice entender el problema que empuja a que los jóvenes se integren a las pandillas y grupos delincuenciales. Todo se resume en falta de amor.

Y contrario a lo que la población siente, la comisionada asegura que Nicaragua sigue siendo el país más seguro, en comparación a la presencia de maras violentas en los países vecinos como El Salvador, Honduras y Guatemala.

Tampoco acepta que haya incrementado el nivel de violencia en el país y asegura que el problema de pandillas se ha resumido a Managua, ya que, según sus estadísticas, en Estelí y León, donde hace algunos años las pandillas fueron noticia, ya fueron reinsertados a la sociedad.

Con su serenidad al hablar, la comisionada Castillo dice que la experiencia de trabajar de cerca con estos jóvenes que intimidan a la población y actúan como dueños de territorios dentro de sus propios barrios, ha sido muy positiva.

Ella prefiere llamarles “jóvenes en riesgo”, y reclama a la población porque les den la oportunidad y el amor que se les ha negado en sus familias.

“He tenido la oportunidad de conocer el mundo de los muchachos, de conocer sus frustraciones, cómo viven, qué hacen, por qué lo hacen. Esa historia que está detrás de cada uno de ellos y lo más importante que he aprendido es que son jóvenes que merecen una oportunidad y tienen un futuro por delante”, reflexiona.

::: ¿Cuánta probabilidad de reintegro puede existir en estos grupos cuando para algunos es hasta una forma de vida y han hecho del robo la manera para conseguir el sustento para la familia?

Lo que pasa es que esto es un proceso. Este año, dentro del trabajo que estamos haciendo, puede ser que nos encontremos con jóvenes que habíamos trabajado el año pasado. Eso es inevitable porque depende de varios factores. Depende de la familia, de las oportunidades que les brindemos, del estado psicoemocional de los jóvenes, del ambiente de la familia y la parte afectiva.La parte afectiva es un aspecto muy importante. A veces nos hemos encontrado con jóvenes que le dicen a los padres, “mama, voy a un campamento con la dirección de Asuntos Juveniles”, y la madre lo que le contesta es “ojalá y no regresés”.Un día me llamaron de un colegio, a un niño de primer año de secundaria le encontraron un puchito de marihuana en su cartera. Lo trajimos, le pusimos a una sicóloga para que lo entrevistara y yo personalmente llamé a la madre y le dije “mire, aquí tenemos a su hijo”, y lo que me contestó fue “discúlpeme pero yo no lo voy a llegar a traer porque tengo pacientes y para mí los pacientes son mi prioridad”. Yo me sentí mal porque si estamos hablando con una profesional. Entonces me pregunto, ¿a quién hay que atender, a los hijos o a los padres porque no están asumiendo esa parte afectiva, emocional, de atención a los hijos?

Entonces, la posibilidad de que ellos vuelvan a incidir va estar siempre, no le puedo dar un porcentaje, pero hay una posibilidad grande, dependiendo de la fortaleza que tengan, la actitud de cambio y el apoyo de la familia.

::: ¿Entre esos factores contemplan la política? El año pasado se dijo que muchos de los participantes en los grupos de choque que salieron a las calles durante los conflictos post electorales eran miembros de pandillas.

Nosotros no tenemos ninguna información de eso. Pero fíjese que básicamente a nosotros en algunos espacios sí nos han tocado el tema, pero, uno, no dominamos información sobre eso, y dos, es muy difícil porque acuérdese que en las situaciones políticas normalmente nosotros no estamos viendo cuáles son los jóvenes que andan ahí. Es muy difícil para nosotros saber si están siendo o no buscados o contactados por agentes políticos para utilizarlos.

::: Managua sigue siendo vista como una de las ciudades más seguras de la región, sin embargo, los pobladores nos sentimos, y me incluyo, desprotegidos en una ciudad donde hay asaltos en las calles a cada momento. ¿Ese aumento de la inseguridad se refleja en las estadísticas de la Policía?

Bueno, en relación al delito yo no tengo cifras, pero en relación a los grupos juveniles en alto riesgo y a las pandillas juveniles yo sí le puedo asegurar que han ido disminuyendo. No solo la cantidad de grupos si no que la violencia misma. Yo estuve de jefa en el Distrito 5 por mucho tiempo y recuerdo que hace tres años era más violento. Yo estuve ahí y tenía que salir a cubrir los casos a media noche, de madrugada; y hoy que estoy atendiendo en esta dirección y monitoreo todo el trabajo que proviene de las pandillas, pues yo veo que ha disminuido. Lo que pasa es que, bueno, he tenido la oportunidad de estar en El Salvador y Guatemala y no lo decimos nosotros, lo dicen personas que han estado en Nicaragua y regresan a su país, y dicen que en Nicaragua la Policía es modelo en cuanto a la prevención del delito y de los jóvenes.

Me parece que la percepción de la inseguridad muchas veces la dan las noticias en los medios de comunicación, con el respeto que ustedes se merecen. Es decir, no podemos seguir estigmatizando a los jóvenes, eso no contribuye en nada con este esfuerzo que la Policía en conjunto con la comunidad está haciendo. Yo creo que los muchachos quieren cambiar y como comunidad tenemos que darles la oportunidad.

::: ¿El hecho que se haya capturado miembros de maras salvadoreñas en Nicaragua puede influenciar la reactivación y la violencia de grupos juveniles?

En alguno momento se dijo que hasta venían a entrenar a los pandilleros.

Le comento que nosotros tenemos registrados en el país a 55 elementos que tuvieron vínculos con la mara M13 y la 18 que fueron deportados de Estados Unidos y resulta que están siendo controlados por Inteligencia. Nosotros llevamos un registro, pero no un control. Inteligencia tiene un seguimiento sistemático de todos y cada uno de ellos. Y si se refiere a los mareros que entraron por Chinandega, no tuvieron ningún contacto, ninguna base social. Fueron capturados y deportados, puestos a la orden del país que los estaba pidiendo. No sé si al final fue El Salvador o los Estados Unidos porque en los dos lugares tenían cuentas pendientes.

Es decir, hay un trabajo, y me atrevo a decir muy fino sobre estas agrupaciones de mareros. Sí hay un ex marero que está haciendo trabajos, pero de evangelización y un día de estos me va visitar aquí para hablar con él.

::: ¿Por qué la religión y el deporte son las opciones para que los jóvenes se reinserten en la sociedad?

El factor religioso es para los muchachos una manera de que vayan deponiendo una actitud violenta a través de la evangelización. El deporte es un medio para acercarnos a ellos y generalmente los jóvenes quieren quemar energías. Los llevamos a campamentos porque les da la capacidad de jugar, de distraerse, y son cosas que a veces no hacen, pero además encuentran solidaridad y afectividad nuestra y de los capacitadores. Y la Iglesia, pues hay que recordar que lo que se predica es el amor y nuestra juventud esta sedienta de amor y de reconstrucción de todos esos valores morales que han ido perdiendo.

::: ¿Una vez que se logran separar de las pandillas y reciben capacitación técnica, cuánta oportunidad de trabajo tienen esos jóvenes?

Eso depende de las posibilidades que tengamos. Le hemos enviado cartas a la empresa privada, e incluso ya comenzamos a limpiarle el record a algunos jóvenes porque uno de los principales requisitos es el record de Policía y hay algunos a los que les salía una amenaza, alguna lesión y a lo mejor de hace cuatro o cinco anos, y entonces estamos buscando cómo, siempre que se cumplan requisitos y el delito sea menor, limpiar sus records para que la empresa privada pueda darles oportunidad de trabajar. Pero también el próximo año estamos viendo cómo echar a andar algunos proyectos pilotos como autolavados, fomento de microempresa, pero el requisito que les vamos a pedir es que estudien. Sólo educando vamos a ser capaces de romper con todo este ciclo de violencia. A los muchachos hay que darles confianza y ellos tienen que ser protagonistas de sus propios cambios.

::: Bueno, pero es diferente que alguien con un uniforme de Policía les dé confianza, a que lo haga un civil común y corriente.


Hay que acercárseles, pero además darles mucho cariño. Están sedientos de cariño. Aquí viene un joven y a mí no me interesa si anda sucio, yo le doy su abrazo y le doy su besito y le aseguro que ese muchacho se siente muy bien. Es decir, encontrar en la calle lo que no tienen en su casa es uno de los elementos que los ha llevado a que ellos se asocien porque buscan esa solidaridad que a veces no tienen en la familia. Entonces, la sociedad tiene que darles esa confianza. Pero ¿qué pasa? A veces la gente les da la espalda como si fueran seres anormales y eso genera una reacción violenta del joven. Hay que ir buscando cómo borrar esos estereotipos y buscar esa parte sensible que tenemos los humanos que es lo afectivo, lo vivencial, lo comunitario, la solidaridad.

::: La población los rechaza por miedo, incluso en algunas ocasiones da la impresión que la Policía misma tiene miedo al no acudir a las llamadas de emergencia cuando hay enfrentamientos de pandillas en algunos barrios.

Pues fíjese que realmente sí se llega. Y le hablo por experiencia personal. Es raro que la Policía no llegue a algún lugar. Lo que pasa es que en los distritos la mayoría de las veces hay que llegar pero dependiendo del nivel de alteración que haya, porque si hay enfrentamiento entre dos pandillas y cada una está compuesta por 20, no pueden llegar tres policías. Tienen que reagrupar y capturar si hay que capturar, que les permita disuadir el enfrentamiento y volver a recuperar la seguridad en el sector.

El miedo es algo natural en el ser humano. Ha habido muertos, ha habido momentos muy tensos y creo que tarde o temprano hemos sabido componer el orden. Igual yo pienso que en estas cosas tiene que colaborar la comunidad porque hay gente que hasta acoge en sus casas a miembros del pleito y provoca a la otra parte de los que llegaron al conflicto. Entonces yo creo que es una cuestión de madurez, de ver cuánto hacemos por encender o apagar la violencia. Si realmente halláramos las puestas abiertas de las familias y la comunidad, la gente iría perdiendo el miedo y los chavalos sentirían más respeto por aquel que está contribuyendo para que él sea agente de cambio.

::: ¿Cuáles son los barrios con más pandillas?

Mire, nosotros decidimos trabajar el plan de intervención de este año en los Distritos 5 y 6 porque consideramos que ahí existe la mayor cantidad de jóvenes en riesgo social y pandillas. Parte de los 400 jóvenes que van a participar en el proceso de pacificación son de ahí y parte de los 100 jóvenes que desfilaron en el 30 aniversario de la Policía, son de ahí. Hemos ido avanzando, pero de que falta mucho, falta mucho por hacer.

A nivel de Managua estamos hablando de 22 pandillas, de las cuales en esos dos distritos está la mayor cantidad. En todo Managua hay unos 580 miembros. En el resto del país, después de Managua, Estelí presentaba una situación compleja, igual que León y Chinandega. Pero ahora vamos a encontrar una o dos pandillas, no muy violentas. Igual en el Distrito 7 que casi no hay, en el Distrito 8 que de repente aparecen unas dos o tres, pero tienen sus momentos de receso, sus momentos de calma.

::: ¿Cuánto tiempo lleva reinsertar en la sociedad a un miembro de pandilla?

Eso es impredecible. Decimos seis meses para un plan de intervención, pero no es suficiente para todo. Si trabajamos 200 (pandilleros), a lo mejor el 50 por ciento cambie de actitud y la otra mitad los tendremos que seguir trabajando el próximo año porque todo es un proceso. Cambiar toda una cultura violenta de años, una cultura de resentimiento, de pérdida de identidad en los individuos no es fácil, pero no imposible.

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