Decir que la homosexualidad es inferior a la heterosexualidad y que supone una amenaza para el género humano le supuso a este político conservador francés un calvario judicial de cuatro años, felizmente concluido con una sentencia absolutoria de la Corte de Casación francesa.A lo largo de este tiempo, Christian se las ha tenido que ver con el lobby gay y con algunos compañeros de partido que le dieron de lado. A pesar de todo, Vanneste nunca perdió el señorío, dejando en buen lugar al periodista que cuando saltó el affaire escribió: “¡Por fin un caballero!”. Entre entrevistado y entrevistador hizo de intérprete Pepe Ballester, garantía de que nada se perdió en la traducción.
-Habrá quien lea la entrevista y diga que usted, muy católico, muy católico, pero, en el fondo, un homófobo redomado.
-¿Homófobo? ¿Yo? ¡Pero si en mi despacho tengo una foto de Alfonso Catá, homosexual y buen amigo mío! Alfonso, que fue un gran director de ballet, murió de sida.
-¿Entonces?
-Estoy con san Agustín: “Aborrece el pecado y ama al pecador”.
-Pues por seguir al de Hipona por poco le linchan.
-En Francia, defender tus ideas apoyándote en la fe no es un plus, más bien lo contrario.
-¿Conque también en Francia…?
-Hace poco me hicieron una entrevista. La periodista me pidió que justificara mi oposición y yo le cité un montón de textos del magisterio de la Iglesia.
-¿Cómo reaccionó ella?
-Recordándome que en Francia había separación Iglesia-Estado y que, por tanto, yo, diputado, no podía defender lo que defendía.
-¿Y usted?
-Le dije que tal separación no es óbice para que un político pueda tener ideas de inspiración cristiana. Pero ella, nada, seguía sin entender.
-Tal vez si hubiera roto una lanza por la homosexualidad…
-¡Claro! Es que la homosexualidad ha dejado de ser un comportamiento privado para convertirse en una reivindicación pública.
-Todo lo contrario que la religión.
-Así es. A pesar de su fuerte componente social, hay quien quiere arrinconar la fe en el ámbito privado.
-Y usted no es partidario de eso.
-No, porque la fe determina en gran parte la forma de concebir la sociedad y de desenvolverse en ella.
-Eso no lo dijo así de claro cuando estalló el ‘affaire Vanneste’.
-En un principio procuré no mencionar mi credo. Luego decidí lo contrario. Ahí vino lo peor.
-¿Se arrepiente?
-¡En absoluto! Esto ha servido para reafirmarme en la fe. Clarísimamente.
-Porque usted siempre ha creído, ¿no?
-Soy del norte de Francia, una región de fuerte tradición católica. Nací en una familia practicante, pero no de misa diaria, sino de domingo. Yo, que no pertenezco a ningún movimiento, me siento próximo al Regnum Christi.
-Antes hablaba del elemento público de la fe. ¿Se olvida del privado?
-No. Es más, lo tengo muy presente cuando, en la oración, me quedo a solas con Dios.
-Es profesor de Filosofía. ¿Se sirve de sus conocimientos para dirigirse a Él?
-¡Oh, no! Cuando le rezo, lo hago de forma muy personal. Yo diría que ingenua, casi infantil. Pero es que hay una parte del niño que fuimos que no debemos perder.
-Entonces, su idea de Dios, ¿es la que tendría un niño o un filósofo?
-Digamos que no tengo una imagen precisa. Dios es la trascendencia, Alguien que te permite escapar del mundo material, que te hace ver que no todo es plano, interesado. A Él acudo, más que para pedir auxilio, en acción de gracias.
-Las habrá dado por la sentencia que le absuelve, supongo.
-¡Es que se trata de una victoria muy importante! La libertad de expresión por encima de presuntos derechos, en cualquier caso minoritarios.
-Gracias a usted, los curas en misa podrán leer tranquilos los pasajes de las Escrituras en los que la homosexualidad no sale bien parada.
-Exactamente ése es el riesgo. Que terminen censurando, por ejemplo, el Génesis o las epístolas de san Pablo. De hecho, y en este sentido, un obispo belga y un pastor sueco han tenido que vérselas con la Justicia.
-Ante eso, ¿qué propone?
-Continuar la lucha. Los católicos ni injuriamos ni despreciamos a nadie. Simplemente reivindicamos la legitimidad de pensar que el bien común existe. Y que son las familias las que más aportan al mismo.
-A lo largo de la entrevista ha nombrado a san Agustín y a san Pablo. ¿Algún otro santo de su devoción?
-Santo Tomás de Aquino, ese gran pensador. Y también el padre Pío, aunque no era filósofo.
-El padre Pío supo qué era ser perseguido por sus hermanos. En otro orden de cosas, usted también: algún compañero de partido le ha criticado.
-Son críticas que no me alcanzan. Me decepcionó más aquel periodista católico que, a última hora, me canceló una entrevista en la radio.
-¿Le dio alguna explicación?
-No. Pero le llamé para citarle a Juan Pablo II: “¡No tengáis miedo!”.
-¿Usted lo tiene?
-Ya no.
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