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miércoles, 26 de mayo de 2010

El sexo empieza en la cabeza

Siempre nos preguntamos por qué el desgano emocional repercute tanto en el deseo sexual. Es que el deseo sexual comienza siempre en nuestro más poderoso órgano sexual: la cabeza. Allí se generan los pensamientos y se procesan las imágenes y sensaciones que encienden o no nuestro deseo sexual.

Así como éste se abre camino cuando se cumplen ciertas premisas básicas: la atracción física, la novedad, la seducción, el establecimiento de cierta intimidad y la seguridad en el vínculo (aun cuando éste sea temporario), existen otros factores que lo inhiben totalmente. El estrés causado por el trabajo y el contexto social en el que nos hallamos inmersos, los problemas familiares y económicos. Además, las enfermedades o los conflictos emocionales crean tensiones con efectos adversos para la sexualidad.

Y no olvidemos otro factor, muy inhibidor del deseo: las dificultades en la comunicación con el compañero o la persistencia en desacuerdos no resueltos que acaban por incidir en el aspecto sexual. Y es porque la presencia o ausencia de actividad sexual funciona como un barómetro que señala lo bien o mal que está el deseo en la pareja.

El deseo sexual femenino es diferente al masculino; éste se presenta de un modo más constante y generalmente aparece “en automático”. En las mujeres, el deseo es mucho más variable y fuertemente selectivo. Para nosotras, la situación interpersonal, fuera del dormitorio, tiene mucha importancia y puede hacer fracasar cualquier escena sexual.

Incluso algunas mujeres manifiestan que al principio de la relación tenían mucho interés y que tras uno o dos años esa atracción comenzó a disminuir. Las fases iniciales de una relación están llenas de excitación y de sorpresa. Pero, al familiarizarnos con el otro, la espontaneidad y la variedad pueden desaparecer para dar lugar a uno de los virus más ‘enfermantes’ en una relación de pareja: el aburrimiento.

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