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lunes, 31 de mayo de 2010

Qué tan diferentes somos unas de otros.

 Cuando se trata de necesidades, sentimientos, pasiones, pecados, desenfrenos, locura y deseo.

No somos diferentes en lo que pensamos y sentimos, somos un poco diferentes en el traje que llevamos puesto, cómo lo usamos y aprovechamos, pero en lo básico, somos muy parecidos…las mujeres lesbianas de los hombres. Pensar y sentir como “un hombre”, no resulta tan complicado. Como que suena re mal.

No me considero una “marimacha”, “diesel dyke” o una “stone butch”. Pero después de ver una película este pasado fin de semana, me puse a meditar y de ahí sale todo esto. Por si la curiosidad, la peli es “The ugly truth”. Es una comedia romántica con mucha tela que cortar. Ya no se trata de si soy lez, gay, hetero o bi, eso es lo de menos. Lo que importa es qué siento, cómo me siento, qué quiero y cómo lo quiero. Pela si caigo bien o mal, si no soy “nice” o “polite”.

Una se compromete a ciertos lineamientos, pero la mente, la imaginación y los instintos, esos no se comprometen con nada y lo único que los mantiene a raya es el amor. Una vez claro donde se está parada, el fin del horizonte no cambia si no se suelta la correa.

Las mujeres y me atrevo a pluralizar, porque cuentos que no hay un chingo afuera, que piensan y sienten más o menos de esta manera, no somos mansas palomas. No somos predecibles ni estables, nos calentamos y cogemos como conejos si podemos.

La línea que separa ser sociable de ser promiscua es a veces casi imperceptible. Podemos lastimar tanto como amar, dar como recibir, ser tan aprovechadas como generosas. Como el dicho: “no decir que de esta agua nunca he de beber”, porque cuando una menos se lo espera, no hay agua suficiente de esa, para saciar una sed tan tremenda.

Afortunadamente, como todo en el planeta y la vida, cambia, cicla, se modifica y se equilibra. No podemos ser recatadas, tranquilas y acomedidas más de lo que amerita, tampoco ninfómanas en celo por más de lo que amerita. Hay días en que todo lo que se mueve en dos patas, con buen trasero, sonrisa provocadora con o sin pechos, se lo quisiera una pasar de un bocado. En un cine, un baño, en el carro, la disco, la terraza, somos animales sin duda. Así como suena asqueroso para algunas, denigrante para otras, excitante, de ensueño y deseable para los otros, inimaginable para otros más…es una “fea verdad”, pero real. Tan real como que ahora escribo esto.

Pero aceptar y reconocer nuestros “bajos instintos”, no nos hace de menos. Sólo y posiblemente más honestas. Ya el sexo anal hace décadas que dejó de ser un tabú o curiosidad para pasar a la lista de lo cotidiano y normal. El verdadero tabú es decir lo que se piensa sin tapujos. Es tabú sentir con desenfreno, desear lo ajeno, controlar la mirada, las palabras, los deseos.

Somos humanos al final, el pene sólo es un órgano cosmético más, que a veces me gusta recibir y a veces me gusta dar. Todo depende del lente con que se vea y también es una realidad.

OK, escribo aquí de muchas cosas, que tal vez y no son del conocimiento público general, pero si de algo sirve, “perro que ladra, no muerde”, porque del otro lado está la posibilidad de simplemente ser una total farsante y vivir sólo para aparentar.

Mi pareja me conoce, sabe que el pasado, es pasado, que tengo ideas algo alrevesadas, que nos comprometimos a la monogamia, que mi imaginación siempre vuela rauda. Platicamos largo y tendido de lo que sentimos, desde lo más bajo a lo más fino. Entendemos que somos tan de carne y hueso como cualquiera y el sexo es un archivo más que estudiar, discutir, entender, armonizar pero que no podemos controlar.

Nuestras fantasías a veces nos asustan tanto como nos excitan. no tenemos que compartir gustos en todo para estar satisfechas. Sabemos que somos peligrosas, incontenibles, y por ello la comunicación nos permite evitar las ambiguedades y malentendidos, sin limitar tanto nuestros instintos.

Total, para eso es un blog, para bloguear, para expresarse sin reservas, compartir y darse el lujo de escribir lo que a muchas les para el pelo, o no se atreven a decir.

Como a los hombres, a nosotras las mujeres inquietas, nos interesa el ahora, más que el antes o el después. Nos gusta igual de rico, pero con un diferente que no nos aburra. Nos gustan bonitas, sexy, con envoltorio que revele lo que imaginamos sin poder ver más allá. Cuando somos unas perras, el empaque vale más que el contenido, para el rato no hay cortesía ni hipocresía, sólo vale el cortejo y la seducción eficaces y sin tanta palabrería.

Nos gusta que nos vean, que nos oigan, que nos teman, que nos supliquen, que nos deseen, que nos admiren, que nos complazcan y que no nos chinguen. Nos gusta rapidito y al llegue, así como con pompa y cortejo. Con los tragos bien puestos o en ayunas para no tener que dejar la cama. Somos y repito, animales, pero eso es simplemente, “la fea verdad”...y que con todo esto me haya salido del guacal.

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