Ser gay, es guay

Dicen que lo gay está de moda. Yo digo que no hay afirmación que me repatee más. 

Sin duda, es una afirmación optimista, pero es sobre todo simplista. Ser gay no es como llevar pantalones pitillo, y les aseguro que no es nada fashion  que te tiren piedras en el cole con seis años por ser rarito.

Quizá entendamos un poquito más del asunto explorando el porqué de la actual asociación gay-guay.

Vivimos en una sociedad capitalista, lo cual significa que cualquier movimiento social que en ella pretenda prosperar ha de contribuir inexorablemente al sistema de desarrollo económico establecido. Y así ha sido en nuestro caso. En términos de consumo, se nos conoce como uno de los colectivos más jugosos que existen, y no faltan razones para ello.

Diversos estudios concluyen que consumimos alrededor de un 300% más que el hombre hetero medio. He aquí el quid de la cuestión: importa un carajo con quién te acuestes, lo que interesa es el dinero que gastas. Vaya novedad.

Gracias a eso, hoy florecen toda clase de negocios destinados a nosotros como un nicho de mercado más, del mismo modo que los jubilados o los aficionados a la pesca submarina componen otros. Cualquier parámetro demográfico es susceptible de convertirse en un criterio para definir un target. He ahí la respuesta a la sempiterna pregunta de ¿De verdad hacen falta productos específicos para gays? Pues señores, hacen la misma falta que los productos para pre-mamás albinas, por poner. La microsegmentación rige el mercado, y el mercado rige el sistema.