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lunes, 5 de julio de 2010

Mitos sexuales en las relaciones de pareja

• Mito: Las mujeres se interesan por el sexo menos que los hombres.Realidad: Si tienen buena salud, además de tiempo y energía suficiente, las mujeres igualan o superan a los hombres en apetito sexual. ¿Por qué, entonces, se ha difundido tanto este mito? Por tradición, a los niños y a las niñas se les enseñaban ciertas conductas relacionadas con su sexo: las niñas aprendían a ser recatadas y pasivas, y los niños, agresivos. Aunque quizá esto ya esté cambiando, muchas mujeres adultas tal vez sigan creyendo que su actitud debe ser pasiva y menos expresiva en cuanto a sus inquietudes sexuales.


• Mito: Cuanto más se concentre en su técnica para hacer el amor, mejor resultará su desempeño.
Realidad: Nada más lejos de la verdad. Si está pensando usted en cómo debe moverse, en las zonas del cuerpo que debe acariciar y en lo que su compañero o compañera siente, usted experimentará muy poco. La mejor relación sexual se da cuando se está absolutamente inmerso en el momento, sin distracciones físicas ni mentales. Sólo deje que las cosas ocurran y olvídese de analizar si se está desempeñando adecuadamente.


• Mito: La actividad sexual con la misma pareja, año tras año, se vuelve aburrida.
Realidad: Es posible tener una relación sexual satisfactoria y perdurable con una pareja de toda la vida. El hastío en este aspecto es frecuentemente consecuencia de no conocer bien a la pareja, y de no entregarse plenamente en la relación. Para mantener la novedad, la pareja quizá deba intentar ser más audaz, mostrar más inventiva, divertirse más cuando hace el amor.


• Mito: Para que el acto sexual sea satisfactorio, cada integrante de la pareja debe hacer todo lo posible por complacer al otro.
Realidad: El contacto sexual es algo que dos personas hacen juntas, ninguna de ellas puede ser completamente responsable del goce de la otra. No obstante, añaden estos expertos, es posible propiciar ese deleite atendiendo a las necesidades y a los deseos que la pareja exteriorice.


• Mito: Los hombres alcanzan su máxima capacidad sexual a los 18 años, y después decaen.
Realidad: La producción en el organismo de testosterona, hormona masculina que influye en la excitación sexual, llega efectivamente a su punto máximo en esa época de la vida; pero la sexualidad del hombre no depende sólo de cuestiones fisiológicas. El concepto que el individuo tiene de sí mismo, de su pareja y de la sexualidad en general, repercute en la capacidad de su cuerpo para responder adecuadamente a los estímulos eróticos. Por tanto, un hombre maduro de buena salud, que comprenda su sexualidad y tenga una mujer afectuosa, puede hacer gala de una mayor capacidad de expresión sensual que un joven de 18 años, que tiende a centrar su atención en el aspecto físico.


• Mito: Las mujeres independientes y con iniciativa en lo sexual provocan impotencia en sus parejas.
Realidad: En términos generales, las mujeres no provocan la impotencia, la cual tiene más que ver con la propia inseguridad del varón. Desde el punto de vista masculino, la pareja más estimulante es la sexualmente activa. Es más probable que contribuya a la impotencia del hombre una mujer dependiente, que no aporta a la relación sexual más que su disponibilidad.


• Mito: El acto sexual debe constituir siempre una apasionada comunión física y emocional entre dos personas.

Realidad: Sólo en las novelas ocurre siempre así. En la vida real, esta vivencia puede ser formidable, mediocre, decisiva, o simplemente reconfortante, como tomarse de las manos; puede merecer el calificativo de buena o el de mala, o cualquiera de los que hay entre ambos extremos. Exigirse que la relación carnal tenga como meta una absoluta comunión emocional es un error. Puede afirmarse, casi con entera certeza, que el hacerlo imposibilita tal experiencia.


• Mito: El acercamiento erótico debe ser siempre espontáneo.
Realidad: Muchos matrimonios están descubriendo que, en el ajetreo de la vida actual, casi no tienen tiempo para hacer el amor. Quien insiste en ser espontaneo siempre, acaba por descubrir que su actividad sexual disminuye hasta desaparecer por completo. No se trata de planear los contactos íntimos, pues hacerlo así resulta demasiado artificial; pero sí hay que reservar tiempo para estar con la pareja. Y, cuando llegue la hora, simplemente dejar que ocurra algo agradable

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