Dolores Agramonte pasó los últimos días de su vida en un asilo. Su esposo Dionisio Ortiz trabajó durante años como peluquero para construirle el hogar que luego tuvieron que vender producto de las calamidades y los quebrantos de salud con que mal vivían sus días finales.
La unión de amor de los ancianos superaba los 50 años. Ahora invidentes y con problemas para escuchar, se refugiaban junto a otros 30 envejecientes en el Hogar de Ancianos Club de Leones Inmaculada Concepción, de Cotuí. Un centro que cerraría sus puertas en cualquier momento debido a su insostenibilidad económica.
Pero, quizá la incertidumbre aceleró la partida de doña Dolores, a sus 76 años. Dejó sólo a su compañero Dionisio, quien no imaginó que luego de trabajar durante toda la vida, a sus 82 años atravesaría esta tormentosa situación.
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