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miércoles, 19 de mayo de 2010

El celibato de los religiosos

Una obligación que ahora se pone en tela de juicio


Hay tres maneras de referirse al hecho de renunciar a la vida sexual en pro de la fe personal: abstinencia, castidad y celibato. Sin embargo, existen matices que diferencian estos tres téminos. Sin querer entrar en un estudio exhaustivo de las implicaciones de cada uno de los vocablos, podemos decir que la abstinencia puede ser sexual o de cualquier otro tipo, y que normalmente es temporal. La castidad no implica solamente la falta de sexo, sino las relaciones extramatrimoniales o las prácticas consideradas aberrantes por una determinada religión. Por ejemplo, un católico casado que mantiene relaciones con su mujer con fines reproductivos es tan casto como una monja. Finalmente, llegamos al celibato.


El celibato es una condición que se les impone a aquellos que quieren dedicar su vida a Dios. En este caso hablaremos del celibato sacerdotal y del celibato monacal, directamente relacionado con la Iglesia Católica de rito latino. Es decir, hablamos de la Iglesia de El Vaticano. Mientras la abstinencia es una prueba de fe circunstancial, el celibato acompaña al sacerdote o al monje durante toda su vida. Es más, se trata de un requisito indispensable impuesto por la Iglesia para poder ir más allá de los placeres terrenales hasta alcanzar el estadio espiritual. Trascender la existencia normal para erigirse como guía de las almas de otros seres. Seres que sí están sujetos a los vaivenes de la carne y que, por tanto, son pecadores.

El celibato requiere un dominio profundo de la propia sexualidad y, al conseguirlo, se alcanza la virtud. Para este fin la Iglesia recomienda apoyarse en la oración y los sacramentos como medio para superar el deseo. La represión sexual deviene, por lo tanto, una norma. Ello suscita muchas dudas sobre las posibles consecuencias sociales de una represión constante. Hablamos, evidentemente, de los abusos sexuales. Hay quien defiende que las acusaciones no tienen fundamento y que no hay más sacerdotes pedófilos que personas que no son religiosas.

Sin embargo, y a la luz de todos los escándalos que han salido a la palestra en los últimos meses, el celibato sacerdotal se pone en tela de juicio como práctica obligatoria. Otras religiones, como el protestantismo, aceptan que sus sacerdotes sean célibes hasta contraer matrimonio. Con lo cual, tienen la oportunidad de formar una familia y de tener hijos. Serán castos, pero no célibes. A esta concepción de la vida religiosa se enfrentan aquellos que defienden que las obligaciones espirituales no son compatibles con las debilidades de la carne. Sin embargo, esas debilidades se sobredimensionan al estar prohibidas.

Muchos son los que piensan que alguien que no ha formado una familia y que no mantiene relaciones personales profundas, dificilmente puede dar buenos consejos a sus fieles. Sin embargo, la posición de la Iglesia Católica es contraria. Solo desde el ascetismo de la abstinencia perenne se puede alcanzar un estadio de virtud espiritual.

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