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jueves, 20 de mayo de 2010

EL CONDON: Un arma al servicio del imperialismo yanqui

El preservativo moderno: ése amigo "progre" al servicio de las relaciones sexuales libres - como ha creído y repetido insaciablemente un amplio sector de las capas populares- , se revela, a menos de tres décadas después de su creación, como una estrategia represiva por parte del Estado Fascista, las oligarquías financieras, y la Iglesia.

Desde tiempos de los romanos, ha existido el preservativo. Históricamente los materiales con los que se fabricaba eran naturales. Así, una agradable tonadilla popular recita:

"en tiempos de los romanos no había condones, pero follaban con el pellejo delchorizo los muy cabrones".

El uso del preservativo, durante siglos, ha servido para prevenir el riesgo de enfermedades venéreas y como método anticonceptivo. Ha tenido una importancia capital y muy progresista en el marco de las relaciones humanas, y por ende, en la evolución del proceso productivo y la guerra de clases.

Desde el principio, y hasta entrado el siglo XX, el condón fue perseguido por Estado e Iglesia, pues su uso suponía un cuestionamiento radical de los dogmas religiosos y morales que imponían las clases poseedoras y sus aparatos represivos a las masas.
Hasta ese momento el "monopolio" de fabricación de preservativos pertenecía al pueblo explotado, al ser este clandestino. Su uso, entonces, tenía una función meramente social, y no servía a ningún interés económico.

Fue a mediados del siglo XX cuando las principales farmacéuticas de EEUU, en connivencia con el gobierno y sectores de la burguesía industrial, y a la luz de las nuevas experiencias de la "revolución" sexual, quisieron tomar la iniciativa y dotar al condón de un carácter de clase, poniéndolo al servicio de sus intereses económicos.

Desarrollaron así, un nuevo preservativo con características netamente capitalistas, convirtiéndolo en negocio y dotándolo de elementos que obstaculizaban, a todas luces, cualquier experiencia sexual.

Este nuevo condón entraba dentro de un plan de reestructuración social a escala mundial, cuyo objetivo no era otro que el de acabar de una vez por todas con las relaciones sexuales plenas, pues servía (y sirve hoy) como traba a la comodidad tradicional del sexo.

Estos obstáculos se materializaban en:

1. La incomodidad incuestionable que supone el propio uso del condón, así como su nauseabundo olor a látex.

2. Los problemas que ocasiona al órgano masculino, sometiéndolo a una casi segura des-erección, al tener que aguantar lo expresado en el primer punto, y una vuelta a esta, provocando serios daños a largo plazo en el funcionamiento del miembro.

3. La imposibilidad casi total de una relajación de carácter lírico-trascendente tras la realización del coito, al tener que deshacerse del preservativo.

Esta serie de incomodidades, en absoluto casuales, han facilitado enormemente la tarea a la clase dominante para desnaturalizar las relaciones sexuales en sí mismas y convertirlas en una pantomima rápida, consumista y egoísta, contribuyendo así (y complementando) la alienación que provoca la explotación, el ocio, la cárcel y la educación.

Tiene especial importancia el punto 3 en esta tarea, pues impide, casi por completo, la consecución de una relación intelectual y social más allá del sexo entendido como elemento de distracción a la miseria que engendra el capitalismo.

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