Gracias a su característico resplandor y majestuosidad, que aporta un fino toque de elegancia y sofisticación a cualquier atuendo, las perlas han sido muy apreciadas dentro del mundo de la joyería.
Coco Chanel, por ejemplo, siempre remataba su clásico y sencillo vestido negro con un collar de perlas; este look inmortalizó la distinción de la diseñadora francesa.
Aunque no se sabe con exactitud quiénes empezaron a emplearlas como adorno, se han encontrado vestigios que indican que las civilizaciones antiguas ya las conocían y las consideraban piedras preciosas.
Como amuleto
En la antigua Grecia, antes de la boda, las novias las molían y el polvo que obtenían lo rociaban sobre su cabello, para atraer la buena fortuna; en la India, por su parte, no sólo se usaban para accesorios como collares y pulseras, sino que también se utilizaban para complementar vestidos y calzado, y como amuletos.
tamaño y forma
Tradicionalmente, el valor de una perla lo determinan tanto su forma y color, como brillo y tamaño.
Las esferas perfectas y las lágrimas se consideran las más valiosas, así como las perlas grandes, ya que son más escasas, y aquellas de colores raros, en gamas que van desde el blanco hasta el negro.
El oriente o lustre aumenta con cada capa de nácar que haya recubierto la perla, incrementando así su valor entre los joyeros.
De un tiempo a la fecha se ha extendido la creencia de que estas piedras traen desdicha a las mujeres, ya que se les asocia con las lágrimas de los ángeles; sin embargo, muchas de ellas ignoran esta superstición y disfrutan de exquisitas piezas que realzan su belleza en cualquier momento, gracias al trabajo de importantes casas joyeras que siguen apostando por esta fina materia prima.
Berger Joyeros, por ejemplo, decidió incluirlas dentro de su antología Privé Collection, pero aumentó su elegancia combinándolas con diamantes, logrando collares y pendientes de gran belleza.
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